La tragedia asola al país. No es obra de la fatalidad, sino de la perversidad. El crimen político organizado ha sumido al pueblo mexicano en la miseria, la desesperanza y el fatalismo. Los medios de informatización audiovisual y la mayor parte de los escritos tradicionales intentan imponer su visión de la política al precio que sea. Los truhanes de siempre se siguen fingiendo decentes y muchos personajes ligados y dependientes de los monopolios televisivos y sus cadenas de radio o, de los medios escritos que vienen de tiempo atrás, se han despojado de sus máscaras para mentir desvergonzadamente; en esa triste y deleznable tarea los acompañan algunos intelectuales interesados en seguir saliendo en la tele, frecuente o bien, ocasionalmente, en la radio, por lo menos o, de perdida, ser tomados en cuenta para seguir llenando sus columnas –en realidad calumnias- en algún periódico de circulación “nacional”, ser entrevistados en la caja de las fantasías o volverse acreedores a un premio siempre inmerecido, para ser fieles a sus palabras presuntamente modestas.
En semejante situación no podemos transigir con la mentira, la desfachatez, el fraude y la traición, es nuestra obligación resistir de la manera que esté a nuestro alcance, quien resiste actúa. La resistencia marca límites a los hegemones carentes de razones éticas y políticas, a la vez que alienta y potencia al que resiste basado en la razón, la verdad y la justicia.
Ante la propagación de las mentiras que inducen al abandono y la desilusión, es conveniente alentar la esperanza, porque quien resiste se fortalece. La resistencia social y la fe movilizada en busca del triunfo de la verdad y la justicia, sin duda alguna, vencerán a los ilusionistas del poder económico-político-ideológico.
No podemos caer en la desesperanza, pues conduce a la tristeza y el fatalismo. Tenemos la obligación de resistir y la necesidad de ser felices aun en las condiciones más difíciles, porque la infelicidad conduce a la desconfianza, a la pérdida del respeto en sí mismo, al desinterés en el futuro, a la pobreza moral, que condujo a millones de mexicanos a vender su voluntad a los traficantes del voto.
Para ser feliz hacen falta condiciones materiales mínimas, ha dicho un destacado pensador recientemente fallecido. No parece haber condiciones económicas propicias para millones de mexicanos; la inseguridad nos afecta a todos; la delincuencia de la clase política hegemónica hunde en el desaliento a millones de ciudadanos que desean un verdadero cambio; he sabido de personas invadidas por la tristeza ante la rapiña electoral de la delincuencia PRIANISTA; el desasosiego se apodera de otros. ¿Podemos ser felices en esas circunstancias? ¿Quién lo sabe? Pero necesitamos intentarlo por salud física y social. “Soñar es la única realidad que el pueblo tiene, lo demás son puras tristezas, dolor”, dijo Andrés Henestrosa casi centenario. Tal vez. La imaginación, venero de la creatividad, también hace falta para vivir. Es momento de imaginar y crear nuevas y originales formas de resistencia. Somos más de cien millones de mexicanos los que soñamos un país distinto. El verdadero cambio es posible.
Hoy sabemos que los pobres no necesariamente son revolucionarios y que las clases menos desfavorecidas tampoco son obligadamente retardatarias. Sabemos que mucho tienen que ver las condiciones en que se vive, pero también las convicciones que cada quien se forja en el curso de su vida, en su manera de entenderla y de querer vivirla. Resistir la imposición de un tercer régimen político espurio en menos de un cuarto de siglo es una cuestión política y moral; la moral no es un atributo exclusivo de ninguna figura social, se tiene cuando nos apegamos al deber ser que permite mejorar a un grupo de personas, un pueblo o la humanidad; la esperanza forma parte de esa posición ética orientada a mejorar las condiciones de vida de todos comenzando por los menos favorecidos; la búsqueda de la felicidad es un valor que no se riñe con la solidaridad humana, el amor al próximo y el bienestar material, es en cambio, una aspiración absolutamente humana, dispensable e indispensable y, por ello, es un valor moral deseable; forma parte de la filosofía moral dirigida a diseñar la mejor sociedad posible con el mejor gobierno que permita realizarla. La filosofía es necesaria, a pesar de todo.
Sin duda. Aplaudo tu texto. Con personas como tú seguirá vivo el pensamiento natural que ya habrán asumido los cerebros de los futuros animales humanos.
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