martes, 6 de octubre de 2020

Marco Tulio Cicerón y la república clasista romana

 


Fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano que nació el 3 de enero de 106 y murió el 7 de diciembre de 43 a. C. Se inspiró en Aristóteles, Platón, Demóstenes y Sócrates.

      El Tratado de la República es, quizás, su obra más importante, fue muy valorada en Roma e, incluso, los griegos la  preferían a los libros de Aristóteles y Platón.

      En esta obra, dividida en varios libros, analiza distintas formas de gobierno, se ocupa de la historia de la Constitución de los romanos y de la política y la moral.

 

La nueva ciencia de la política

      Estima que la naciente ciencia de la política había aportado ya el buen sentido contra la superstición.

      Considera que el mejor medio para ocurrir al socorro de la patria es remontarse a los orígenes de la buena dirección de los Estados.

      Se ocupa de las tres formas de Constitución estudiadas por los escritores políticos.

      Prefiere la monarquía a la aristocracia y, desde luego, sobre la democracia.

      La mejor Constitución para un pueblo, dice, es la que se compone de las tres formas simples, pues se moderan entre sí, estableciendo en su conjunción un justo equilibrio que mantiene en el Estado la majestad, prudencia y libertad.

      Los bellos tiempos de la República ofrecían la perfección y el equilibrio: 1. Los cónsules representaban la autoridad real, 2. El Senado era el modelo de la aristocracia ilustrada y virtuosa, y 3. El pueblo tenía derechos y poder, pues su libertad era justamente contenida en ese orden.

      Busca bases firmes entre las sociedades humanas para encontrar un modelo al cual aplicar sus preceptos, para comprobar su exactitud y obtener la experiencia relativa a los buenos razonamientos sobre la política.

      Somete todas las formas de gobierno a la justicia, pues ésta debe reinar en el mundo.

      Identifica la política con la moral, y desea que las leyes humanas sean tomadas del derecho divino y natural.

      Asegura que sin justicia no hay reyes, gobierno, autoridad o pueblo.

 

La república clasista romana

      Cicerón sostenía que el gobierno de la República romana era superior a cualquier otro.

      Comparaba el gobierno romano con el griego, pues mientras éste era producto de un ingenio solo, que había hecho leyes e instituciones particulares, las cuales habían sufrido muchos cambios, Roma era el resultado del concurso de muchos, y de bastantes generaciones y siglos.

      Se refiere a la actuación de los reformadores que fueron cediendo el poder a los Demos en Atenas y otras ciudades, mientras que en la república romana, la autoridad real, representada por los cónsules,  y “la aristocracia ilustrada y virtuosa”, por el Senado, dominaron al pueblo, cuya “libertad era justamente contenida en ese orden.”

      A ese sistema político lo llamaron la República, un orden clasista sumamente grato al pensamiento europeo posterior, adverso al absolutismo. 

      Duró cerca de cinco siglos, tiempo en que ocurrieron muchos cambios.

      La República patricia o aristocrática cobró vigencia después de la caída del último de los reyes en el año 509 a.n.e., y se extendió hasta alrededor del año 300 a.n.e.

      La República plutocrática alcanzó su desarrollo entre el año 300 a.n.e. y mediados del siglo I a.n.e., durante el consulado y dictadura perpetua, o vitalicia, de Julio César.

      Roma fue en sus inicios un pueblo dedicado a laborea rurales, que comerciaba con los pueblos latinos, etruscos y griegos.

      El intercambio comercial era por medio del trueque, pues, al parecer, carecían de moneda, usaban troqueles rústicos de cobre o utilizaban las monedas griegas o etruscas.

      El valor de las cosas se fijaba en base al ganado (pecus), la principal riqueza, de donde deriva el concepto pecunia (fortuna).

 

La oligarquía

      Las guerras de conquista, primero: de la península itálica y, luego, del mundo Mediterráneo, enriquecieron a un  pequeño grupo de familias que se adueñaron de las magistraturas y consolidaron un gobierno oligárquico.

      El poder de los reyes fue sustituido por magistrados llamados cónsules que, si bien duraban un año, ostentaban tanto poder como los antiguos reyes.

      El resultado fue la lucha de clases que duró varios siglos y arruinó a la República.

 

Los Cónsules

      Los Cónsules ostentaban el imperium (la autoridad suprema).

      Había dos Cónsules, con el mismo poder, cada cual podía tomar decisiones sin consultar al otro. Pero si éste no estaba de acuerdo podía vetar la decisión y dejarla sin efecto.

      Sus funciones eran militares y judiciales, eran generales y jueces, organizaban al ejército y lo guiaban en la guerra; interpretaban las leyes e imponían su obediencia.

 

Procedimiento legislativo

      Una sana práctica establecida en la república romana, no ha sido retomada por las repúblicas representativas actuales. Se trata de la manera de legislar.

      El procedimiento estaba sometido a reglas invariables, para permitir un examen detenido del proyecto de ley por los ciudadanos y evitar que fuera votado por sorpresa, pues el Senado podía emitir decretos, pero no era un cuerpo legislativo o parlamentario, ya que solo el pueblo podía aprobar leyes.

      La propuesta de ley debía ser anunciada en un edicto, en tablas de madera,  y fijado en un espacio público. El edicto señalaba el día de la votación.

      Una vez publicada no se le podían hacer cambios en el texto. Solo se podía retirarlo por completo o elaborar uno nuevo. Para que se observara la regla se depositaba una copia en el aerario (erario en español), el tesoro público, en donde se recaudaban los impuestos, ubicado en el Capitolio, en el templo de Saturno, por lo que se le conocía como Aerarium Saturni.

      La Asamblea del Pueblo, en donde se votaría la ley, no se podía realizar antes de 24 días. Durante ese tiempo el pueblo podía realizar reuniones informales, en las cuales los magistrados y los ciudadanos podían debatir cara a cara. En ellas los simples ciudadanos tenían derecho de hablar en favor o en contra, al igual que los magistrados.

      Antes de la votación se daba lectura nuevamente del proyecto de ley.

      Luego el presidente preguntaba a la Asamblea si quería hacerlo ley. Pero solo se podía aprobar o rechazar.

      Al principio se votaba verbalmente, pero después se adoptó el procedimiento del voto secreto y por escrito.

      Para garantizar la independencia del legislador (la asamblea del pueblo), una ley prohibía reunir varios proyectos en uno solo, para evitar que el pueblo votara proyectos que no le agradaban, con el fin de no rechazar otros que le resultaban aceptables. Si bien, no siempre se respetó esta ley.

 

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